POLÍTICA Y TECNOLOGÍA
La pandemia nos ha demostrado abruptamente (por las malas) cuán frágiles (vacías, ficcionales) resultaban ser algunas de las nociones que hasta hace pocas horas afectaban nuestros días: mercados, riesgo país, finanzas, innovación, deudas.
De un momento a otro todo cambió. En un suspiro, como si éste ahora fuera aún más vital, los pilares del neoliberalismo se resquebrajaron y las miradas se volvieron hacia la «Política» (sí, con mayúscula). La política tomó el control y pasó a ejercer su legítimo poder para coordinar los recursos del estado y proteger la vida de los ciudadanos.
En días de aislamiento social, única vacuna efectiva contra la pandemia, son muchos los pensamientos e ideas que nos rondan la cabeza. ¿Para qué sirve el último grito de la tecnología móvil si en realidad te pueden faltan médicos, barbijos o alimentos? Y, de repente, nuestra fragilidad se hace evidente. Nuestras infraestructuras tecnológicas en salud, educación, trabajo o defensa parecen estar debilitadas o ser insuficientes tras años de neoliberalismo.
Esta nueva centralidad de la Política tiene que ayudarnos a repensar cuáles son las tecnologías que se orientan al desarrollo nacional y resultan más convenientes para la defensa de nuestros intereses.